Prisionero de sus dudas
el Templario cavilaba,
y al infinito miraba
con mirada de gran Buda.
Ojos de gran esperanza
en su cara relucían,
y sus pestañas cubrían
las penas de su semblanza.
Pertrechado con sus galas
y de bandera la razón,
se fue al campo del corazón
para cortarle las alas.
La lucha fue muy desigual
al llegar los sentimientos,
ya lo decían los vientos
porqué no tenía rival.
Una brisa de cordura
suavizaba la sinrazón,
no luches con el corazón
y míralo con dulzura.
Son guerras como perdidas
que la razón no comprende,
son como cosas de duende
que las hacen muy sentidas.
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Published on e-Stories.org on 15.01.2009.
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