YO ESTÚPIDA.
HE AQUI UNA GILIPOLLAS
He aquí un ser como muchos de los cuales existimos en el mundo pero que no terminamos de ser
erradicados de la faz de la tierra como peligro público. Lo peor no es que no
seamos extinguidos como cosa inútil para el planeta y sus habitantes, no. Es
que somos como los conejos. Nos multiplicamos y cada vez somos más y más, cada
vez más.
Hasta que llega el momento de ponernos delante de nuestro
espejo y reconocernos en lo que somos. Entonces... empeoramos. No sólo no lo queremos
reconocer sino que intentamos ocultarnos debajo de una máscara de tio guay qué
molones que somos y que maravillosa es la vida y no dejamos que los demás vean
nuestros miedos, nuestra inseguridad, nuestros despojos, nuestra miseria que
llevamos mucha en el cuerpo, nuestras ganas de ser y de poder, nuestros
fracasos que ocultamos ante quienes duramente han trabajado y se han ganado la vida y una
posición
Y vamos por ahí confiando en lo buena que es la gente. Y si
no es buena da igual. Seguramente los malos seremos nosotros por no saber
vislumbrar la maldad ajena, porque los malos somos realmente nosotros, lo que
nos toca nos lo merecemos y hemos de llevarlo con resignación y tirar de ello
hacia delante, con una sonrisa fantasma e hipócrita, como si no pasara nada,
como si ciertas cosas no fueran para nosotros, como si viviéramos de ricos toda
la vida, sin preocupación alguna, fuéramos presidentes o reyes de algo y
aparentando, siempre aparentando.
No somos así. No vemos el sol brillar ni el césped tan verde
ni el cielo tan azul ni el mar tan limpio. En realidad ni siquiera vemos el
cielo, queda muy arriba o tiene muchas nubes porque está repleto de mierda o
está muy contaminado
No vemos tampoco a la gente tan buena. Tenemos una memoria
pésima y no nos acordamos de que nadie
da nada por nada, nadie ama gratuitamente, nadie hace nada sin esperar nada a
cambio, para no ser llamado gilipollas, nadie apoya al otro si no es para
recibir una compensación, nadie es inteligente como para poder llevar su cruz y
reconocerlo, todo el mundo desea poder y egoísmo, que hay que ser así, egoísta,
prepotente, ser lo más de lo más.
Y he aquí que cuando uno de nosotros recibe la visión, la
iluminación que el resto de los mortales, más sabios, más importantes, más trabajadores,
más inteligentes, entonces se produce un choque eléctrico de definiciones, una
confrontación de opiniones, un extravío del sentido común y se abre un pozo. Se
rompe la imagen como si de un gran espejo de cristal caer sobre la persona que
mira y sus restos son partes del corazón. De repente se queda en la nada, se pierde
en el tiempo y el dolor es infinito, el dolor es inconmensurable, el dolor de
haber arrancado una vida de las entrañas, el dolor de haber quebrado toda una
existencia de donde no era. Esa existencia estaba mal encajada y cual si fuera
la pieza de un puzzle, se arranca y se clava en otro lado. La mano que lo hace
nunca tiene en cuenta los daños colaterales porque siempre hace bien. Y
nosotros, los gilipollas, somos los que sufrimos por eso, somos gilipollas,
queremos sufrir y pasarlo más, no entendemos a la gente ni nos preocupamos,
somos totalmente obvios y desacreditados. Es que estamos locos perdidos, somos
inanes, somos cosas que no deberían haber visto la luz, ni siquiera para dar a
conocer a la gente lo lista que es, lo guapa que está, lo mucho que sabe, lo
importantes que son ciertas cosas que el gilipollas, yo, pues no sabe valorar
ni evidenciar
Y van muriendo como pétalos al caer, universos, mundos, que podían
haber sido infinitos, grandes, ricos, y se quedan en nada, en una sombra, en un
resto, un poso de café, el murmullo de una hoja, el resto de la sal cuando el
agua se evapora. De todas maneras, todo esto para una persona cuerda son
gilipolleces, eso no se tiene en cuenta. Se tiene en cuenta el peso de las
necesidades propias: comer, beber, dormir, gastar, divertirse, trabajar y si
sobra, iría todo lo demás.
Cómo puedo ser tan estúpida, tan idiota, tan cetrina, tan
ignorante, tan sucia de mente, tan inocente. Cómo sigo creyéndome todo lo que
me dicen y todo lo que me viene de la gente. Cómo caigo, una y otra vez, sin
parar, en los juegos ajenos donde participo no como ficha ni como dado, sino
como casilla o comodín y cuando aprendo una, caigo en otra. Nadie me hace nada,
soy yo la que llevada de mi buena fe, vuelvo a caer y no aprendo, una y otra
vez. Sirvo de juguete, de tentetieso destrozado, de payaso de cara cruel de
tenor desafinado y de jabalí chillón. Sirvo de broma, de cachondeo, de risa,
mofa y befa, para unos cuantos que en realidad no tienen culpa de nada, dado
que soy yo la que lleva la batuta en ésto y no sé cambiar mi comportamiento.
Y caigo, caigo una y otra vez, caigo y vuelvo a caer, no
paro de tropezar. Tengo las manos, los pies, el corazón lleno de cicatrices,
cortes, llagas y me veo como un mal actor en una carretilla de esas que se
llevaban antes con un toldillo y unas cortinillas, que hacía lo que fuera para
conservar sus principios, su buena fe, su amor al arte y a lo que lee y estudia
y pone su corazón maltratado en lo que hace, sin darse cuenta o de que no está
lo suficientemente preparado o no sabe ver las necesidades de su público.
Ofrece lo que tiene, intenta recibir y captar lo que necesita, intenta enseñar
lo que su corazón vive pero... no está bien preparado, científicamente no es
correcto, intelectualmente no tiene la correlación suficiente o la base
determinada y preparada... Al final acaba en la plaza del pueblo encerrado de
pies y manos en un cepo para mofa y befa del pueblo llano que un dia se olvidará
de él y quedará como trágico y decepcionante ejemplo de lo que sirve ser nada o
estúpido en la vida... o para carnaza de cuervos y de canes villanos.
Esto no tiene solución. El mirarse dentro, el intentarse
perfeccionar, el intentar pasar por encima de las cosas y subir y subir sin
parar hasta que llega un momento en que la escalera llega a una cumbre, a un
camino y como no se puede bajar por donde se ha subido, la caída por el otro
lado, llano, sin escalones ni camino, en picado hacia la oscuridad, hacia un
futuro ennegrecido por la realidad, por las expectativas engañosas que abren
sus bocas felonamente y devoran sin piedad y todo les parece poco, todo, todo,
minimamente, nada, negro, oscuridad, sin fondo, caída terrible sin fin,
eternamente, sin parar el dolor, el suplicio de lo incierto, del qué ocurrirá y
cuando se ve una mínima salida, se la tira por tierra y vuelve el suplicio a
abrir la herida y se pretende cerrar con engaño pero es imposible. El espejo
cede y se rompe y la caída libre continúa hacia el infinito, hacia el absurdo,
hacia donde no sabe nadie qué podía haber sido
Yo... yo... yo... es
patético
Si alguna vez aprendiera a decir tú... o nosotros... quizás
cambiara la cosa.
All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Maria Teresa Aláez García.
Published on e-Stories.org on 08.11.2007.
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