Emilio Puente Segura

LOS JUGUETES ROTOS ACABAN SIEMPRE EN UNA BOLSA DE BASURA. 10

                                                                                 CAPÍTULO 10

COMISARÍA

El comisario miraba la pizarra en la sala donde se había convocado una reunión para ver de qué manera se iba a tratar el caso del asesinato de Sergio Suárez. Había unas cuantas fotografías que Kodak les había enviado en una carpeta de archivos y acababan de sacarlas calentitas de la  impresora.

La mirada de Román Gálvez se había detenido, a la vez que su cerebro, en la copia de la nota que el asesino  supuestamente habría dejado en el bolsillo del pijama de su víctima. 

--Está claro que intenta implicarnos en su juego. --miró a Segré con cara de circunstancias--. Ninguna huella…

--No… 

--Nada forzado…

--Nada. Quizás su asesino era alguien al que Sergio conocía y le abrió él mismo la puerta. Otra opción es que tuviera una copia de la llave. -- Segré, sentado en el borde de la mesa se acarició el hoyuelo de la barbilla.

--Si tenía una copia de la llave lo más probable es que hubiese un vínculo entre los dos. O se la entregó voluntariamente, y en ese caso demostraría su total confianza hacia la persona en sí, o bien el asesino pudo quitarle la llave en algún momento y hacer la copia sin que el chico se diera cuenta. --comentó  Osvaldo.

--Ya… --asintió Segré--. Tenía que quitarle la llave y luego qué… ¿Buscó una cerrajería para hacer la copia? Eso le habría llevado un tiempo y Sergio podría haberse percatado de que no tenía la llave. 

--A lo mejor no…--dijo Matasantos--. Quizás no tuvo que buscar una cerrajería. Pudo copiar la llave haciendo un molde, por ejemplo con plastilina, o con cualquier otro material parecido. Es rápido y el muchacho no se habría dado cuenta.

--En cualquiera de los dos casos y como dice el suboficial Blanchard, o se conocían, o por lo menos habían estado muy cerca el uno del otro en alguna ocasión. ¿Sólo una vez, dos, más veces? Lo primero será investigar su entorno, ya saben, familia, amigos y posibles enemigos. --apostilló el comisario. 

En ese momento se abrió la puerta del despacho.

  -¡Buenos días colegas! --saludó un joven con aspecto de hippie trasnochado y desaliñado de los años setenta. De baja estatura, barrigudo, moreno, con el pelo recogido en una pequeña coleta, barba de tres días, gafas redondas a lo John Lennon tintadas en marrón claro y que parecían quedarle pequeñas comparándolas con su rostro ancho y una nariz gorda y achatada. Vestía, pese al frío, con una vieja cazadora de cuero negro, unos pantalones vaqueros muy usados, anchos y medio caídos, y unas Adidas blancas también gastadas por el tiempo con los símbolos de la marca en color azul. Andaba parsimoniosamente y encorvado, lo cual le daba el aspecto de ser aún más bajo. Llevaba las manos en los bolsillos aunque dejaba por fuera los pulgares.  Miró a los presentes por encima de las gafas con ojillos pequeños, brillantes, negros, y una sonrisa bobalicona pegadiza en los labios.    

     --Buenos días Eko. --saludó el comisario Gálvez. 

  --Hola Eko. ¿Has podido hacer el listado de las cámaras de videovigilancia? --preguntó Segré.

   --Claro tío. ¿Cuándo no he podido hacer yo algo? --miró a Osvaldo--. Hola. Soy Eko. --tendió la mano.

         Osvaldo se la estrechó.

        --Osvaldo. Encantado Eko.

       --Eko es una eminencia en informática, nuestro hacker particular. --comentó Segré.

       --Los servicios informáticos están en los bajos del edificio, de ahí ese gran parecido que tiene a una rata bien alimentada. --ironizó Laurencio.

--¿Hola..?  --Eko se llevó la mano a la oreja.-- ¿He escuchado decir algo al ganador del concurso Mister Comisarías..?

--Vale señores. Ese tema lo pueden discutir en el recreo. --cortó el comisario con su voz profunda--. Michelle, por favor, haga copias del listado de las cámaras de videovigilancia.

--Sí comisario. --Michelle estaba sentada en un extremo de la larga mesa tomando notas en su portátil.

--Agente Ruiz.. 

--Sí comisario.

--Reparta las fotocopias entre los hombres que estén disponibles para que se hagan cargo de las cintas, o los discos originales de las cámaras, o en su lugar que hagan una copia. Asegúrese de que les queden claras las horas que nos interesa visualizar. ¿De  acuerdo? 

--Sí comisario

--Segré, ¿cuál podría ser la horquilla horaria conveniente según las primeras impresiones de la doctora Durán?

--Según la doctora, la hora aproximada de la muerte ha sido de 3.30 a 5.30 de la madrugada. Deberíamos centrarnos entre las 12.00 de la noche y las 8.00 de la mañana, que más o menos es la hora en la que la vecina subió al apartamento de la víctima y llamó a emergencias.

--Bien. Pues de 12.00 a 8.00 de la mañana agente Ruiz.

--A la orden comisario.

--Entonces… --el comisario Román Gálvez se sentó en su sillón de cuero negro--. Los primeros resultados de la autopsia nos llegarán mañana. 

--Así es, comisario. --corroboró Segré.

--Contamos con el cubrezapatos que puede resultar una pista importantísima. La nota en el bolsillo del pijama, y qué más. 

--También hay que hablar con la madre del chico cuando esté en condiciones. Quizás nos pueda dar datos de las últimas amistades de su hijo. De posibles enemigos conocidos.

--Y no nos olvidemos de la vecina, tiene fama de ser algo curiosa y podría facilitarnos bastante información de la vida cotidiana de la víctima. --añadió Matasantos.

--Y el portátil Eko. Mira a ver si por ahí dentro hay algo que pueda servirnos. Vacíalo. 

--Guay. Eso me mola. Jack el Destripador va a parecer un angelito a mi lado inspector. 

El comisario se levantó.

--Bien. A los que tienen que estar de servicio esta noche decirles que lo siento, y que se jodan… --todos se rieron--. Alguien tiene que pringar... En serio. Quiero aprovechar para desearles a todos que pasen una noche estupenda con sus familias. Y sin excesos por favor. Les necesito mañana temprano y en perfecto estado. ¡Feliz Navidad señores..!

 

--Son las siete y media --observó Segré una vez se habían quedado solos en el despacho Matasantos, Osvaldo Blanchard y él--. Hoy no podemos hacer mucho más, así que nos vamos a ir a casa a cenar y mañana quedamos a las siete

--Uff... --resopló Laurencio. Dejó reposar su cabeza en el respaldo de la silla y cerró los ojos--. No logro recordar cuándo fue la última vez que me he tomado una copa sin tener que decir eso de... ¡No gracias, estoy de servicio! --puso voz de policía protagonista de un thriller americano. 

Se incorporó de la silla, acomodó las manos en su zona lumbar y reclinó el torso para estirar esa parte recargada de su espalda mientras dejaba escapar un sonido entre nasal y gutural, de puro  placer.

--¡Umm..! Esta noche, voy a recordar a Lara que todavía tiene un marido, y que soy yo. Últimamente se queja de que salimos muy poco. Quizás vayamos a cenar a un japonés, la encanta el sushi. 

Se dirigió al perchero de pie, y descolgó su parka color camel. Segré también se incorporó apoyándose en los reposabrazos de la silla.

--¡Da recuerdos a Lara de mi parte! --solicitó a su compañero mientras se sentaba con los brazos cruzados sobre el filo de la mesa. 

--Estoy seguro de que la encantaría volver a verte. --Matasantos apoyó su mano en el hombro de Segré. 

--¡Anímate..! ¿Por qué no nos acompañas a cenar? Te vendría bien relacionarte con gente normal. Sin antecedentes penales y esas cosas.

--Te lo agradezco Lauren, pero creo que mi compañía es lo que menos necesitáis. 

--Como quieras. ¡De cualquier manera... estamos en contacto..! Si hay alguna novedad no dudes en llamarme... ¡Sea la hora que sea! ¿De acuerdo..?

--Tranquilo... Si hay algo nuevo te llamaré. ¡No creas que te va a resultar tan fácil librarte de mí! --le advirtió Segré.

--¡De momento... intentaré olvidarte..! --puso gesto pensativo y elevó ligeramente hacia sí la mano izquierda descubriendo su muñeca para mirar el reloj de pulsera que la ceñía.-- ¿Durante las próximas horas? Sí... creo que unas horas lejos de tí serán suficientes para mantener mi salud mental intacta.

Acercó su mano hacia la oreja simulando un teléfono. 

--¡Me llamas!

Accionó la manija de la puerta para abrirla y marcharse.

--¡Lauren..!

Segré parecía tener algo más que decirle. Laurencio volvió la cabeza manteniendo abierta la puerta.

--¡Dime..!

--¡Abrígate..! --le recomendó Segré en plan madre. Una sonrisa amplia y placentera asomó en sus labios. El entrecejo de Laurencio se arrugó, e hizo un gesto despectivo con la mano. 

--¡Fuck you..! --dijo, haciendo gala de lo poco que sabía de inglés.-- Lo aprendí el otro día. --añadió--. Darío. Osvaldo. Feliz Navidad y hasta mañana.

Salió y cerró la puerta dando un leve portazo…

Segré cogió del perchero su chaquetón negro de plumón de ganso.

--Y tú, ¿tienes planes Osvaldo?

--Sí. Cena en casa con Gloria. Mi novia. Luego vendrán unos amigos. Y tú qué..

--Pues como un día normal. Cenaré y a dormir.

Se dirigió hacia el despacho del comisario Gálvez. Michelle estaba sentada delante del ordenador. Le miró cuando llegó a su altura, se colocó el cabello y le ofreció una encantadora sonrisa. El color azul cielo de sus ojos, permitía advertir claramente una dilatación excesiva de sus pupilas cuando le veía. 

A Segré, esas miradas, le reconfortaban más que un café expreso doble. Era una mujer realmente atractiva, no superaría por mucho la treintena, de estatura media, delgada pero con una bonita silueta, la piel blanca y tersa, el rostro ovalado con las mejillas sonrosadas y unos labios que sin pintar tenían color cereza. Su pelo negro, ondulado, a media melena y desordenado, le daba un plus especial a su ya de por sí encanto natural. 

--¿Ya te vas Darìo? --se interesó.

--Sí, me despido de Román y me voy a casa. ¡Con el tiempo que hace esta noche, creo que es la mejor opción! ¿A ti todavía te queda mucho..?

--Unos diez minutos. ¿Por qué lo preguntas..? ¿Acaso vas a invitarme a tomar algo..? --Michelle quedó expectante, con mirada tierna y una sonrisa almibarada, a las que ningún hombre en el mundo podría decir que no.

Últimamente habían salido en algunas ocasiones a tomar una copa después del trabajo. Siempre como compañeros, siempre respetándose el uno al otro. Ninguno se hubiera atrevido a romper esa bonita complicidad que reinaba entre ellos cuando estaban juntos, sin ataduras, sin un compromiso serio que con el tiempo convirtiera sus citas agradables e inocentes y sin otra intención que pasar un buen rato, en una relación para la que ninguno de los dos estaba actualmente preparado. Era, como si hubiesen levantado una barrera imaginaria en su subconsciente, una especie de muro que les impedía ir más allá. 

Segré dudó un mínimo instante, su primera intención era la de irse a casa pero, esta segunda opción le atraía bastante más y supo reaccionar con rapidez.

--Precisamente... era lo que te iba a proponer...

Se inclinó apoyando los antebrazos encima de la mesa de Michelle para acercar sus caras y esbozó una agradable sonrisa. 

--...Después de decirte lo guapa que estás hoy.. --añadió cautivador.-- Seguro que ya te lo habrán dicho... ¿Me equivoco?

-¡Sí claro..! Han desfilado uno a uno todos los hombres de la comisaría por delante de mi mesa, únicamente para decirme lo guapa que estoy. --su mirada azul seguía fija en la de Segré, con los ojos levemente achinados en un claro gesto de coquetería.

--¡Pues todos te han mentido! Te han mentido porque en realidad no estás guapa... --creó suspense haciendo una leve pausa.-- Estás preciosa... --guiñó un ojo y se rieron. 

Michelle, con las mejillas más sonrosadas de lo normal, cogió unos folios de encima de su mesa y golpeó con ellos la cabeza de Segré.

--¿Se los pasas al comisario por favor? ¡Ah.., y de paso le dices que yo también me voy! Cierro un par de archivos en el ordenador, cojo el abrigo y te espero.

--De acuerdo... no tardo nada, cinco minutos.

                                           *****

El comisario Román Gálvez se encontraba sentado detrás de su mesa leyendo un informe con las gafas de cerca colocadas en la punta de la nariz. A través de la cristalera del ventanal situado a su espalda, se adivinaba una oscura noche cortada por millones de gotas de lluvia, que no cejaban en su empeño de empapar hasta el recoveco más recóndito de la ciudad.

  Elevó la mirada por encima de la montura de sus gafas.

--¿Qué me traes Darìo? --cuestionó con su voz grave, referiéndose a los papeles que éste llevaba en la mano.

--Michelle me los ha dado para usted. --los lanzó sobre la mesa y apoyó las manos en ella dejándose descansar.

--¿Se va ya? --se interesó el comisario, con la atención y la vista puestas de nuevo en el informe que estaba leyendo.

--Si, y le dejo sin secretaria. Vamos a tomar algo antes de irnos a casa.

Gálvez terminó la lectura y dedicó nuevamente su mirada a Segré.

--Espero que me la devuelva sana y salva... ¡No es una amenaza... tómeselo como un consejo! --bromeó. Sus gruesos dedos comenzaron a tamborilear encima de los informes que estaba leyendo. 

--¡Sin  Michelle sabe que estaría perdido..! --añadió con un ligero tono de angustia.

--A mí me pasa todo lo contrario. Me suelo perder cuando estoy con ella... --Segré hizo una pausa y frunció el ceño.-- ...Luego me resulta tan difícil encontrar el camino de vuelta a la realidad..--dijo con ironía.

--Seguro que su psiquiatra no le daría mayor importancia querido Darìo. A cualquier hombre nos pasaría lo mismo... --Gálvez se quitó las gafas con una mano y continuó: 

--¡Yo, por ejemplo... si yo tuviera veinte años menos..! --se recostó en el sillón haciendo gala de su oronda barriga y reposando el extremo de la patilla entre sus labios, dejó volar su imaginación. 

 --¿Qué haría si tuviese veinte años menos viejo verde..? --le preguntó Segré con sorna-- Me gustaría saber lo que opinaría su esposa sobre eso.

La imaginación del comisario dejó de volar como abatida por un certero disparo. Se despegó del respaldo del sillón, e hizo de las gafas una extensión de su propio brazo señalando amenazante a Segré.

--¡Será mejor que se largue de aquí muchacho, y no haga esperar a Michelle..! --le advirtió con su voz atronadora.-- Una chica como ella... --pausó las frases-- Atractiva… Sin compromiso... Un buen día aparecerá alguien de repente y… ¡A volar! --Gálvez se recostó de nuevo.

Segré se apartó despacio de su mesa andando hacia atrás, e introdujo las manos en los bolsillos de su chaquetón alargando las comisuras de los labios.

--En ese caso, seré el primero en alegrarme por ella...

  --¿Tengo que creerle..? --Gálvez sonrió. 

Segré hizo un leve gesto con los hombros.

--Comisario... sabe que he nacido para ser soltero. --aseguró, dándose la vuelta para irse.

--¡La vida puede cambiarlo todo en un segundo amigo mío, y usted debería saberlo! --replicó el comisario.

Segré abrió la puerta y sin llegar a salir del despacho se volvió hacia Gálvez. 

--¡Lo sé..!

Sabía que todo puede dar un giro radical en un segundo; en cualquier segundo de la efímera existencia de una persona. En un sentido o en otro, bueno o malo. Recordó que su propia vida estaba salpicada de giros inesperados, empezando por la prematura pérdida de sus padres y siguiendo por la rápida ruptura de su matrimonio. 

--¡..El destino es como un niño travieso que en solo un segundo, puede hacer mil diabluras! --aseguró el inspector con cierto poso de aflicción en la voz.  

Pero... ese no era el momento de empezar a filosofar y optó por despedirse.

 --¡Estamos en contacto comisario. Felíz Navidad!

Cerró la puerta despacio, tomándose unos segundos para que ese ligero poso de aflicción se diluyera.

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Published on e-Stories.org on 07.07.2019.

 
 

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