Axl Ariel Huerta Quezada

La ciudad de los olvidados.

Mi nombre es… Ya no recuerdo cual es mi nombre, lo he olvidado hace años. Todos me llaman intrus, que se traduce como intruso. ¿Por qué intruso? Tiene que ver con mi origen, con la manera en que llegue a este lugar que suelen llamar de muchas maneras, algunos la llaman la Bucarest subterránea, otros la llaman Aurolac, pero esa solo es la principal droga que se utiliza aquí. El nombre que yo le doy, es La Ciudad De Los Olvidados. Tenía catorce años cuando llegue a este lugar. El mundo era un hoyo obscuro para mí, la ciudad era un monstro que devoraba a todos y todo, entre ellos a mis padres. El rostro de mis padres aun lo recuerdo, la belleza de mi madre, los masculinos rasgos de mi padre, la sonrisa de ambos, y su cara de angustia cuando un vándalo los asesino. 15 puñaladas recibieron cada uno, murieron en su agonía, y yo también estoy muerto desde ese entonces. Los policías me llevaron a un orfanato, todo esto sucedió cuando yo tenía 10 años, pero en ese orfanato todo era peor que en la calle, sufría abuso por los niños, por los cuidadores, por la directora. Cuando llegaba a rebelarme por mis contados amigos, me dejaban sin comer durante una semana, me apaleaban, me encerraban en un cuarto que ellos llamaban “el miedo”, porque la directora, una psicóloga retirada, estaba obsesionada con las reacciones de nosotros hacia el miedo. Gracias a dios yo no le tenía miedo a la obscuridad, pero había algunos de los niños que sí, y pasaban las peores horas de su vida en ese cuarto; el cuarto era completamente obscuro, sin ventanas, las ratas caminaban libremente por el suelo frio de cemento, a veces mordían al niño que estuviera ahí, a veces se contentaban con pasar corriendo entre sus piernas. Cuando era tiempo de salir de ese cuarto, normalmente una semana o dos después, la directora rociaba al niñ! ;o con u na manguera de agua helada hasta que el niño pidiera disculpas. Algunos rebeldes llegamos a pasar más tiempo en el cuarto por negarnos a pedir perdón, ya que la mayoría de las veces era injustificado que nos castigaran. ¿Cómo no nos moríamos de sed y hambre? Cuando pasaba la semana de estar encerrados, la directora permitía que se nos llevara una reducida ración cada dos días, y la sed la apagábamos pegados a un rincón del cuarto que goteaba; a veces tenías que estar dos horas parado en esa esquina para que dejaras de sentir esa sed abrasante. Estuve 4 años en ese agujero, aunque ahora es irónico que lo llame así, porque termine en un verdadero agujero. El día que me escapé, fue un día que repartían la comida, si es que a eso se le podía llamar comida; dejaban la puerta abierta en lo que transportaban las cosas amontonadas de afuera hacia la cocina, así que vi la oportunidad y hui. Mientras corría escuche la temible voz de la directora gritar mi nombre, aunque ahora recuerdo el grito, no mi nombre. Corrí y corrí hasta que las cosas a mi alrededor me eran completamente desconocidas, y la noche estaba sobre la ciudad como un manto. En mi carrera había encontrado unos cuantos leus* tirados en la calle, probablemente se le habían caído a alguien corriendo, o tal vez se le cayeron a algún asaltante. Con el dinero en mi bolsillo y la libertad en los pulmones, me encontré caminando en la obscuridad. desgraciadamente, tal vez la obscuridad era demasiada, porque no vi venir hacia mí el auto, a pesar de sus brillantes luces ni el sonido de sus ruedas rechinando en el pavimento. Todo fue una repentina luz y después nada. Desperté en un hospital, siendo atendido por amables enfermeras y un doctor de sonrisa agradable, quienes me informaron que había estado inconsciente una semana, y! no ten& iacute;a nada roto, solo había tenido una gran contusión. Estuve dos semanas recuperándome en el hospital, disfrutando del contraste entre este lugar y el orfanato. Desgraciadamente, nada bueno dura demasiado, así que al final de la segunda semana el doctor me informo con su eterna sonrisa que, debido a mi condición de huérfano, iban a recogerme unos señores para llevarme a una casa donde viviría con otros niños, en un ambiente saludable y apto para niños de mi edad. Deje de escuchar después de eso, aunque el doctor siguió hablando sobre las ventajas de vivir en un lugar así. Cuando el doctor se fue, decidí que tenía que irme esa misma noche sin que nadie me viera para no regresar al orfanato, o algún lugar similar, con sus torturas y abusos. En ese mismo momento vino a mi mente un recuerdo, durante la primera semana de mi estadía en el hospital, llego un hombre bastante difícil de ignorar; Era alto, con un chaleco de cuero desgarrado, cubierto en su totalidad por botones y pines distintos, unos pantalones verdes, desgarrados de igual manera que el chaleco; llevaba cadenas a modo de brazaletes en brazos y piernas, brazos que estaban cubiertos de cicatrices y algunos tatuajes. Después de este concienzudo análisis de su atuendo, miré su cara, esperando ver a alguien de mirada amenazadora y rasgos bruscos, pero encontré todo lo contrario; era un rostro de rasgos fuertes, pero con apariencia benevolente, sus ojos eran alegres, pero tristes al mismo tiempo. Tenía la completa apariencia de alguien que puede sobrevivir solo en el mundo, aun con enemigos detrás de su espalda. Me miro al darse cuenta de mi curiosidad, y me sonrió. Se dirigió a la cama a un lado de la mía, mientras el paciente ahí acostado lo saludaba con el nombre de “Bruce” algo que me pareció muy extraño, ya que este tipo! lucia c ompletamente local para tener un nombre extranjero. Su plática paso como una visita normal de un amigo, pero menciono algo sobre una entrada en un agujero, en una calle que yo sabía dónde estaba, y le deslizo algo en la mano. Se fue después de despedirse de su amigo, saludando a enfermeras y doctores a su paso, como un habitual. Fue este recuerdo el que repase mientras preparaba mis cosas y me dirigía lenta y cuidadosamente hacia la salida. Decidí, porque no me parecía haber otra cosa que hacer, ir a ver a qué cosa se refería el extravagante sujeto llamado Brucé. Así que caminé hacia donde estaba el agujero, y después de algo de búsqueda lo encontré. Entre, a pesar del calor sofocante que hacía en la que después me entere era la entrada a la casa de Bruce y sus “hijos”. Cuando salí del hoyo, el calor disminuyo un poco, pero me asuste de inmediato, porque unos perros salieron a ladrarme y gruñirme, de donde salieron, no sabría decirlo, pero a este punto todo me parecía común. Detrás de los perros apareció una sombra, que mientras más se acercaba más reconocida; era Bruce, el sujeto del hospital, quien me pregunto quién era y que quería con un tono de voz firme. Le dije que era pobre, que no tenía lugar a donde ir y solo estaba buscando un lugar donde dormir. Se me acerco, me tomo del hombro ligeramente, y me llevo hacia donde había ruido, al parecer música. La primera vez que entre al cuarto donde suele estar Bruce, me pareció el infierno mismo, con la música alta, la gente aglomerada bailando y los perros ladrando. Después de una segunda mirada me di cuenta que era un simple cuarto con las paredes rosas, cuadros colgados por aquí y allá, algunos muebles fuera de lugar con muchas cosas sobre ellos, y la gente solo eran jóvenes de má! s edad q ue yo, inclusive algunos que tenían aparentemente mi edad; la mayoría de ellos tenían la mirada perdida, y mientras el hombre del chaleco decorado los empujaba suavemente para pasar, ellos no parecían percibirlo. Llegamos a una mesa con bolsas negras sobre ella, y algunas sillas alrededor, me dijo que me sentara, se sentó, y me dio el discurso que jamás se borrara de mi mente: “Escucha niño, este lugar, las alcantarillas, es nuestro hogar, de mí y de mis hijos, somos una gran familia aquí debajo, que nos mantenemos por nuestros propios medios, para demostrarle a la sociedad que somos autosuficientes. Me llaman Bruce Lee, y yo ayudo a toda la gente que vive aquí, les proveo lo que necesitan, les doy el hogar que nunca tuvieron, donde no son llamados escoria, ni basura, ni drogadictos, ni vándalos, nosotros no juzgamos a nadie, aquí abajo, nadie es escoria, solo somos una gran familia. Si tú quieres pertenecer a esta familia, eres bienvenido, puedes ayudarnos a buscar alimento, a mantener este lugar, puedes tener aquí una familia. Yo viva en un orfanato, por eso tengo tantas cicatrices, son marcas, que a veces son más fuertes que los recuerdos. A la mayoría de aquí los he ayudado, los he encontrado en la calle y traído aquí, para que formen parte de nuestra familia, de la que estos cachorros forman parte.” Dijo, mientras señalaba algunos de los perros que me ladraron cuando entre “Ellos vienen a mí por la comida, el calor, la comprensión de un padre. Queremos ser una gran familia y eso es lo que somos. Aquí tenemos energía, televisión y nunca falta la música. Si quieres formar parte de esto, eres bienvenido” después de este emotivo discurso de presentación, me uní oficialmente a la familia subterránea de Bucarest. Después me adentre en el mundo de las drogas, el pe! gamento, la pintura metálica, la famosa Aurolac, y otras drogas. La mayoría de la gente aquí debajo tiene Sida, hepatitis y tuberculosis, consumen para llevar el dolor. Las drogas nos las da Bruce, al que algunos llaman “El Rey de las alcantarillas”. También paga protección a algunas pandillas, así cuando salimos en nuestros paseos diurnos a buscar comida, nadie nos molesta. Somos los renegados de la ciudad, y ellos nos temen, porque estamos debajo de ellos, debajo de las mansiones, de las casas, de los negocios, en la red de túneles de la ciudad, viven los que ellos no aceptaron en su sociedad, los drogadictos, los enfermos, los huérfanos, lo que ellos llaman la escoria, las ratas de alcantarilla, y se frustran porque les demostramos que no los necesitamos, tenemos nuestras leyes, nuestro sistema, nuestra pequeña sociedad aquí debajo, dirigidos y protegidos por Bruce, sin necesitar una sola pizca de ellos, somos los apartados, los habitantes de la ciudad subterránea, la gente de La Ciudad de los Olvidados.
א.
*Leus es la moneda oficial de Rumania, donde se encuentra Bucarest y la ciudad subterránea.

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Published on e-Stories.org on 14.04.2016.

 
 

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