Cuando entré por la puerta, todo el mundo quedó quieto y callado con las caras turbadas.
Intentaron simular la situación probando hablar de otras cosas, pero callaron otra vez.
Empezaron a disimular. El viejo frotaba las manos, el otro se tumbó en el sofá con la cara a la pared y empezó respirar muy profundo, lento y constante. Otros dos estaban desesperadamente esperando a mi salida.
_ Tu ya eres grande - por fin habló el viejo.
_ Sí, sí, él es grande - aceptaron los otros dos.
El silencio ya era pesado. Los tres salieron y quedamos yo y el hombre que estaba tumbado en el sofá. Pero él no pudo aguantar más y, poniendo su gorro en la cabeza, frotó sus ojos y, arrastrando las zapatillas, abrió la puerta y se marchó sin decir nada.
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Published on e-Stories.org on 31.01.2015.
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