José Luis Remualdi

Aquel Llanto

Tras nuestra despedida aplazada una vez más, 
como anhelada redención conciliatoria y hasta feliz, 
al menos de mi parte, hicimos el amor.

Casi al final, mío, empezaste a llorar en silencio. 
Lloraste por tu cuenta como a veces, lloraste 
sobriamente como nunca. Te pregunté el porqué, 
y me dijiste algo referente al amor a salvo. 

No me dijiste la verdad y es al presente, 
que no sé si lloraste por haberme amado y ya no 
o porque me engañaste con alguien más y te remordía,
si te arrepentiste de no irte por lástima de mí, de los dos 
o de no irte, o si no sabías lo que querías, o todo junto.
Lo que sí sé, es que no lloraste por amor. 

Irremisiblemente, poco tiempo después, 
nuestros años de convivencia se partieron en dos 
como una foto de ambos y sin más tema 
nos despedimos para siempre. 

Pero hasta el día de hoy, redundo, y con miras 
de hasta el fin de mis días, me persigue la incógnita 
de aquel llanto, que aún sin saber su motivo, 
me convenció que además de nuestra entereza 
de ‘pareja indestructible’ sostenida hacía mucho 
a duras penas, tu corazón no me pertenecía 
por uno o varios porqués que jamás me revelaste.

Y eso es lo que me tiene mal; perder sí, pero 
sabiendo el motivo, insisto, de aquel llanto, pues 
lo intrínseco de él tiene la clave de quién fui y soy 
ante tus ojos, y se me antoja que a los ojos del mundo. 

Si descifrara tu impulso podría subsanar mi error 
a favor de mi actitud; no puedo andar por la vida 
fallando de ese modo. 

Pero, por compasión, temor a más prórroga, 
simple desinterés o lo que demonio sea, 
no me ayudaste y me hiciste más daño todavía. 

Sé que en alguna de éstas mis palabras 
y en aquel llanto tuyo, está el secreto 
de nuestras verdades, y a no ser ya de tu boca, 
únicamente la intuición de otra mujer, imparcial 
si es posible, tendría, creo, la condición de esclarecer 
ese misterio que a veces me ahonda buscando 
mi propia vertiente y la halla y la libera…
Y no sé si mis lágrimas tienen razón de ser. 

Mientras, y hasta tanto, aquel triste enigma tuyo
seguirá manando de mi congoja y yo, reflexionando
sobre lo que no entendí de ti ni de mí ni de tu desamor
(único sentimiento que vislumbra mi sensatez) y sobre
el hecho de aquel llanto que hoy me importa más que tú.




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Published on e-Stories.org on 23.08.2014.

 
 

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