Daniel Arroyo

La Sexta, No Me Olvides

~~No me olvides
 
  Me posees siempre, cuando deseas,
si tus ojos cansinos desembarcan con ganas de compartir esos minutos de intimidad, como el oxímoron dialogo silencioso, escuchando tú interior.
Rememorando soy la sexta de tu serpenteante travesía, siempre seré la  sexta. Con el pasar del hijo de Tea, fustigando a Flegonte (‘ardiente’) nos marca  nuestro lugar de efímero encuentro, cuando comienza el vagabundeo de nuestro delirante regocijo juntos. Estamos ensamblados como la materia en la infinita negrura que se transforma en colores, se hizo carne en mí apolínea vida, dando rienda a tu dionisiaca imaginación.
  Recordamos las resplandecientes auroras, que se transformaron en nuestros ángelus cotidianos de oración secreta. Mientras tenue céfiro, se desprende de los desmedidos protectores, cual eucaliptus y casuarinas, refrenan la tempestad. Hoy se manifiestan más fuerte que en mis preliminares días. Tú me miras con esa expresión de quererme mantener ligada a ti por siempre, y yo dentro mío anhelo eso, pero sé que llega el invierno a mis días hoy.
   Fui virgen entre tus dedos, cuando parecían temer ajarme en un trance de pistilos y estambricos deseos, observados por Helio, como a Afrodita nos oculta.
   Aquel tiempo en el que reputaste dañarme cuando a ti me asendereé, sin mirar a ulteriores promesas, imposibles de cumplir.
   Fuiste aquel héroe, caballero, arremetiendo  esa  caterva  bárbara, transformadas en ignominiosos  peques uniformados acometedores, transitando nuestro sendero. La quieta línea inamovible te agradeció con su mejor desborde, en pletórico canto y baile, al son de los silbidos de cuerdas y sirgas nos bajaban del cielo.
   Mañana, quizás, como sabes no me encontraras de pie, con ansias de reencuentro, no atiestes tu corazón de plañido, y no desagotes tus ojos por el cauce del estrecho sendero. Tú sabes que no puedes detenerme ya a tu lado. Ni tu cambiaras hoy, ni yo lo hare mañana, como marchita me contemplas, reseca la que fue deseo de piel fresca, como rocío  de mañana ayer. Tus manos son aun las mismas que se introdujeron en mí y me llevaron al más allá, a ese inframundo de hondo deseo oscuro y silencio por días eternos, en el que creí perderte, ansiando aprender a tu lado, de saber cómo darte tu deseado regocijo de éxtasis al esperar cada tarde tu regreso, siendo como ahora lo sé, la sexta en tu senda.
   Siempre guarda en ti, el lapso en que me abrí, y juntos deseamos que nuestro canicular tiempo no llegue a su fin.
   En esos momentos de estío, tú me refrescaste, tú me escudaste, noble y gallardo etairoi, me abrevaste, como se abreva a la apesadumbrada, al apearse junto a ansiado oasis.
   Verte llegar por las tardes, aquellas de las que nunca, nuestros testigos mudos lo contaran a otros, pero saben que tus manos tendrán algo de mi entre ellas por siempre.
   Cuida perennemente lo que te dejo, el recuerdo. y nuestros retoños vendrán a verte llegar por las tardes. Escucharan tu secreto, ansiaran tu regreso.
   Soy la sexta de tu sendero. Tu preferida, hoy mi largo talle te dice adiós. Pero mis pétalos te dirán bienvenido, desde las hojas del libro que nunca volverás a leer, sin sentir mi perfume, ad aeternum guardan el secreto de esa flor que en tres meses soñó con ser mujer.
Margarita, no me olvides.

 

 

 

Céfiro viento
Caterva gentío
Sirgas sogas, de barcos a la costa
Apiestes atiborres
Canícula verano
Hiparión  y Tea, Caballos de Helios: Flegonte (‘ardiente’), Aetón (‘resplandeciente’), Pirois (‘ígneo’) y Éoo (‘amanecer’

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Published on e-Stories.org on 11.06.2014.

 
 

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