Marcos Acosta

Entre la Vida y la Muerte

Yo estaba temblando, aunque no de frío (recuerdo el calor que asía esa noche). Temblaba de miedo. ¿Miedo de que? no tenía ni idea. Sabía que lo que tenía que sentir era bronca, rabia, odio. Eso, odio, tenían que odiar a esa zorra por lo que me izo, tendría que haberle hecho sentir todo lo que ella me izo sentir a mí.
Creo que eso es lo que me daba tanto miedo... el no poder odiarla.
Nada mas una hora antes había sufrido lo que creí era el peor dolor que pudiera sentir una persona. Ese pinchazo en el medio del pecho que te hace pensar que de un momento a otro vas a explotar.
Había subido por el ascensor hasta su apartamento en el quinto piso como tantas veces había hecho. Cuando entre no podía creer lo que escuchaba, se me había detenido el corazón y nada mas escuchaba ese ruido infernal. Eran… gemidos, gemidos de una chica, gemidos de ¡¡MI!! Chica.
Era ese sonido divino, reflejo del mayor placer de una mujer que tan feliz nos hace sentir a los hombres cuando lo escuchamos, el que ahora chocaba en mis oídos y me dinamitaba la cabeza.
Nunca fui de los que imponen una propiedad privada sobre una mujer como si les perteneciera, pero con esa mujer era distinto, necesitaba creer que en un punto era nada más que mía, el hombre que la había hecho sentir mujer por primera vez.
El corazón ya no estaba en silencio, en ese momento galopaba como nunca. El miedo me estaba matando.
Tenía que hacer algo pero estaba totalmente paralizado. Sabía que si entraba en esa habitación cambiarían muchas cosas. Todos esos momentos que pasamos, todas esas palabras que nos dijimos, todo eso que habíamos sentido, absolutamente todo lo que tenga que ver con ella ya no significaría nada. Las cosas no volverían a ser como antes.
Yo seguía clavado como una estaca en el medio de la sala, como la estaca que sentían clavada en el pecho. No me había movido ni un centímetro, no había hecho ni una sola mueca hasta ese momento en el que mi cuerpo pareció querer moverse. Yo seguía igual de paralizado que antes, no entendía por qué me movía nada mas lo asía.
Ice unos cuantos hasta la puerta de su cuarto, tome el picaporte, lo gire, empuje la puerta y vi… vi lo que tenía que ver.
Si, ay estaba ella, arriba del imbécil de… ¿Sergio?
La hija de puta me estaba engañando con un viejo de 50 años que avía conocido hace una semana.
Pero era todo más que obvio. Cuando lo conocimos le dijo a ella que le había gustado mucho como cantaba y el muy forro le dijo que le podía conseguirle una beca para la academia de música y artes en Buenos Aires.
Por eso me cambio, por una beca.
Bueno, por lo menos me ahorre esa pregunta  estúpida de ¿Por qué? Nada más dije.
–¡Parece que tenias muchas ganas de ir a esa academia! ¿No?- Lo dije con tanto sarcasmo que pareció que no me importaba lo que estaba pasando.
No tenía nada que decir ni quería escuchar nada, a sí que empecé a caminar hacia la puerta para irme 
–¡¡PARA MARCOS, POR FAVOR!!– Me grito mientras saltaba de la cama y se enredaba las sabanas para perseguirme –Marcos… Por favor marcos – Seguía gritando cuando me corría por las escaleras, hasta que dos pisos más abajo sentí como me agarraba por la muñeca y me giraba bruscamente –Escuchame Marcos… Por favor– me suplicaba sollozando. Pero yo no quería escuchar.
–¡NO! No te quiero volver a escuchar decir estupideces– Le grite y le sacudí la mano contra la baranda– Tampoco quería ser yo el que dijera estupideces. Tenía que bajar un cambio
–Perdón
–¿Perdón decís? Lo que hiciste no se perdona
–Me tenes que perdonar. No podes dejar que se baya a la mierda todo lo que tenemos por una estupidez
–Hace un rato largo que se fue todo a la mierda, y ni vos no yo podemos hacer algo para recuperarlo
–Perdoname, perdoname y todo va a volver a ser como antes– Pobrecita, parecía tan ingenua, pidiendo perdón y creyendo que todo se solucionaría. La miraba y me daba mucha lástima, pero ni eso me pudo sacar una lagrima. No entendía por qué no podía desahogarme.
–¿Enserio crees eso? Nada va a ser igual aunque te perdonase, y si lo hiciera mañana volverías a hacer otra vez lo mismo
–Nunca te volvería a engañar, fue una estupidez
–¿Todavía no entendes? No me importa que me hayas engañado, te pudiste haber acostado con cualquier tipo porque te gustaba o simplemente porque si y yo tu hubiera perdonado pero no fue así. El “porque” te acostaste con este tipo es lo que me jode
–No…no sé por qué lo hice. Fue… fue una estupidez, ya te lo dije– Tartamudeaba de miedo. Nunca había visto a esa mujer con tanto miedo, era irreconocible. La mujer que yo conocía era valiente, decidida, inteligente e impulsiva. Una verdadera guerrera, pero esa noche no parecía estar presente.
Esa chica no se parecía a mi chica.
Esa chica ya no era mi chica.
–Yo si se porque lo hiciste. Fue por esa beca de mierda. Eso si era una estupidez y lo peor es que esa estupidez  para vos es más importante que lo que sentías por mi– Se quedo muda, sin saber que mas decir. Definitivamente no era la persona de la que me había enamorado –Que tengas suerte con esa beca
–No me digas eso
–Te lo digo en serio, que tengas mucha suerte. Si queres te puedo mandar a la mierda ¿queres? – Le dije en broma y le pude robar una última sonrisa
Dicen que la sonrisa es una ventana al alma. En ese momento creo que entendí de lo que hablaban
Luego nos quedamos unos segundos en silencio mirándonos
–Siempre me pudiste sacar una sonrisa, hasta en los peores momentos. Nunca pierdas eso– me dijo, ya más tranquila, aun que las lágrimas se le seguían escapando
–Te lo prometo
–Me gustaría que no me odies, pero sería egoísta pedirlo
–Yo no te odio
Podría haber parecido muy tranquilo pero no lo estaba. En mi cabeza era todo un descontrol. No sabía qué hacer, nada mas quería subirme a mi moto y acelerar.
No sabía a dónde iba, solo iba. Quería ser más rápido que mis problemas, quería escapar de ellos, y por un instante lo logre.
Con el velocímetro a 150 pude tener cinco segundos en los que me olvide de todo, esos cinco segundos en los que nada más estas vos y tu moto.
Eso es lo que te dan, Cinco segundos
Cinco segundos para despedirte
Cinco segundos, entre la vida y la muerte
 
FIN
Maros Acosta
Editado el 22/01/2014

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Marcos Acosta.
Published on e-Stories.org on 26.01.2014.

 
 

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