El Colofón Equitativo
__Autor: JOEL FORTUNATO REYES PEREZ
Fue cuando el tiempo colgó sus relojes en la nada sin fe,
en el collar del espacio dejando saltar sus gestos grises,
desvalidos, extendiendo el significado de las palabras
estrechas, en torno a la negra figura en medio de la pálida
faz dispuesta a salir sin destino, entre las grandes franjas
de niebla que una tarde reunió con mucho valor, resultando
difícil despertarse de esa manera más de una vez, en toda
la angustia que emigra de la realidad invisible, tratando de
ocultarse a medida que la noche caía llenando con ligeras
eternidades su mirada fría, en la imagen de la propia muerte
entre las flores de fósforo y ceniza, donde todo puede fácil
recordarse con el suspiro de los caprichos prolongados
en una gota de relámpago soberbio que dicta a la muerte
sus dogmas, con las palabras encendidas mucho más que
en la vida irreductible, en el deseo de un buen viaje... Y sin
embargo, de repente se sabe que nunca volverá sin transición
alguna, en la punta de los abetos que quema el viento en el
extremo de un instante...
Un poco más tarde, atravesó de nuevo el cementerio y llegó
al lugar dónde la había esperado... Entonces nos paramos
juntos, al fin, con la meta ante nuestros ojos empapados
de sudor, terminando de desprenderse dónde hubo una vez
unos muertos, que caminaban juntos, en cualquier parte del
aire.. Si bien brotaron tiernos laureles, su voz al mar llamaba
bajo un mundo que agoniza, y se resigna a ver pasar la vida
malgastando los años de grandeza, con sus salpicaduras
tristes en el lóbrego montón que trepan los nublados, que
bogan en tropel que se afana contra un arroyo plantando
las langostas con sus ojos espantados en la fatal jornada...
Así sucedió, y por tanto así se dijo: Fue superando bien el rechazo
viéndole la cara todos los días, sin saber que hacer, para que por fin
se aclararan las cosas, en el fuego no encendido dos veces, con
los labios agitados, y trémulos los golpes extraviados del remolino
que desde hacia horas apretaba en la mano, y que como siempre
murmura en la próxima parada..
En el rincón tibio, en la primera calavera enemiga de la luna, cultivó los
siglos de esmeraldas escarlatas, y de tiempo en tiempo consideraba
el paisaje de pirámide de lágrimas dónde se acomodan los ayeres,
sobre las mañanas derrotando a lo largo de los años , el desgraciado
matrimonio del alma y la materia en el justo final del tiempo....
___Autor: JOEL FORTUNATO REYES PEREZ
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Published on e-Stories.org on 18.05.2013.
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