Jona Umaes

Polvo de estrellas


          Una bola de fuego rasgó el oscuro cielo a altas horas de la noche. La noticia fue emitida por todos los medios al día siguiente. Los científicos hablaban de un fragmento de meteorito, aunque muchos lo ponían en duda pues su luminosidad no era la habitual en esos casos. Había caído en una zona remota de los Urales. Pasados unos días el hermetismo ruso dejó en ascuas a la comunidad científica. Guardaban con mucho celo lo que allí había sucedido.

          Una patrulla de helicópteros militares se desplazó rápidamente a la zona esa misma noche. Una vez en tierra, los soldados se acercaron con cautela al punto de impacto. Tan solo encontraron la estela que había dejado en el terreno lo que allí había arribado. No había rastro del meteorito o lo que fuera aquello. Aunque peinaron la zona de los alrededores, no hallaron nada fuera de lo normal. Sin embargo, la atmósfera había quedado sucia por el impacto y el desplazamiento de tierra. Era como una especie de bruma espesa que dificultaba la respiración, pero no parecía el polvo que se levanta normalmente en esos casos. Muchos soldados, al poco tiempo, hubieron de sentarse por el mareo que sentían. El que estaba al mando, viendo la situación, ordenó que todos se pusieran máscaras de las que usaban para cuando se adentraban en zonas contaminadas.

          De regreso a la base, los soldados más afectados tuvieron que ser ingresados en el hospital pues no terminaban de recuperarse a pesar de haber transcurrido varias horas. Fueron aislados como medida de prevención. Los síntomas eran similares en todos ellos: dificultad para respirar, tez extremadamente blanca, y ojos enrojecidos. Sus rostros daban espanto. Con la máscara de oxígeno permanentemente funcionando y monitorizados en todo momento, permanecían bajo observación las veinticuatro horas del día.

          Una noche saltaron las alarmas. Los soldados afectados ya no estaban en cama y habían sembrado el caos en el hospital. El personal que los vigilaba habían quedado fuera de combate. Los cinco, al mismo tiempo, parecían moverse sincronizados. En las imágenes de las cámaras de vigilancia vieron con horror como los cuerpos habían aumentado en masa muscular, y sus ojos refulgían una luz rojiza en sus rostros fantasmagóricos. Habían abierto fuego contra ellos y a pesar de que las balas impactaban en sus torsos, generando surtidores de sangre, estos paraban de manar a los pocos segundos y sus heridas desaparecían como si nada hubiera sucedido.

          Los cinco soldados se habían reunido en el mismo punto de la base. Parecían estar conectados mentalmente y actuaban como si tuvieran un plan concreto que llevar a cabo. Cogieron un vehículo todo terreno y se perdieron en la noche. El ejército se puso manos a la obra y movilizó un gran contingente de soldados, tanto por tierra como por aire. Se trataba de una emergencia nacional y el plan era acabar con ellos fuera como fuera. El coche, con los cinco abducidos, se dirigía hacia un lugar de las montañas donde el ejército tenía una enorme antena, para investigación espacial.

          Una vez se dieron cuenta hacia donde se dirigían, varios helicópteros con fuerzas especiales fueron en su busca para detenerlos. Pensaban que con su armamento pesado y los misiles no tendrían problema en acabar con ellos. El recinto de la antena se convirtió en un fortín, repleto de soldados con material de artillería. El todoterreno jamás lograría cruzar aquella barrera si es que conseguían eludir el fuego aéreo. El vehículo llevaba las luces apagadas, por lo que tenían que localizarlos por medio de cámaras infrarrojas. Parecían ver en la oscuridad, sin necesidad de ningún tipo de luz.

          Una vez dieron con ellos, uno de los helicópteros se dispuso en posición de ataque, preparado para lanzar sus misiles. No les dio tiempo a apretar el disparador. Del vehículo salieron varios haces de luz roja dirigidos hacia la nave, convirtiéndola en una masa en llamas que estalló iluminando la noche como si se tratara de fuegos artificiales. Las otras aeronaves no daban crédito a lo que acababan de ver y lanzaron sus proyectiles al punto en movimiento estallando en sus proximidades, pero sin lograr dar en el blanco. Los mandos fueron informados de cómo fue derribado el aparato en el aire, lo que desató la inquietud, pues no sabían hasta qué punto eran eficaces sus defensas ante aquellos rayos de luz.

          Cuando el todoterreno estaba a punto de llegar a la antena se detuvo y sus ocupantes continuaron a pie. De alguna forma percibieron que les estaban esperando y pensaron que les harían mejor frente si se dispersaban. Lo que ocurrió a continuación fue una verdadera carnicería. De la espesura de los árboles surgieron haces de luz desde distintos puntos, dirigidas hacia la barrera defensiva. Aquello se convirtió en un infierno en llamas. Una vez vieron que habían acabado con la mayor parte de la resistencia, no tuvieron inconveniente en ponerse a descubierto, avanzando sin temor hacia sus atacantes, continuando con su escabechina. Sin embargo, aún quedaban soldados del otro lado que disparaban sobre ellos. Las balas impactaban en sus cuerpos, provocándoles pequeñas sacudidas, pero sin lograr detenerlos pues las heridas sanaban a los pocos segundos. Las bombas detonaban a su alrededor sin lograr detenerlos. Alguien lanzó un proyectil desde un lanzacohetes que dio en el blanco de uno de los abducidos. Lo hizo trizas, produciendo una explosión sanguinolenta. Pero, lo que nadie se esperaba era que cada pequeño fragmento del cuerpo que había sido esparcido por el área circundante, como si tuviera vida propia, se moviera por sí mismo y se digiera hacia donde unos momentos antes se encontrara el cuerpo detonado. Los soldados, atónitos, vieron como los trozos de carne confluían en un mismo punto, se unían y formaban de nuevo el cuerpo del abducido, como si nada hubiera ocurrido.

          Ante aquel hecho, muchos huyeron despavoridos al ver que sus armas eran inútiles. Los cinco hombres terminaron por acabar con la poca resistencia que quedaba. Los helicópteros que sobrevolaban la zona informaron de lo sucedido. Esperaban órdenes para actuar. Mientras la orden llegaba, los abducidos entraron en la sala de control de la instalación. Fue esa antena la que en sus investigaciones sobre el cosmos había emitido señales en busca de vida extraterrestre. Alguna de ellas había llegado a buen puerto, y esa era la razón por la que la nave alienígena se había adentrado en la Tierra. Aquellos hombres, que ya no eran tales, tenían la información suficiente para comunicar a los suyos que aquel planeta era explotable en recursos. Las naves de su ejército se habían adentrado en el sistema solar y permanecían ocultas tras el planeta Marte. De cualquier forma, no habían sido detectadas por ningún sistema de observación terrestre. Una vez orientaron la antena hacia el punto adecuado, enviaron la señal para que comenzara la invasión. Unos instantes más tarde la antena fue pasto de una decena de misiles, reduciéndola a polvo. La orden había llegado demasiado tarde.

          En cuestión de minutos, una lluvia de haces de luz iluminaba la noche, y caían en distintos puntos de la Tierra. Nadie, salvo los rusos, intuía lo que estaba ocurriendo. De inmediato, difundieron la noticia por todo el globo, para que, por una vez, todos actuaran unidos contra lo que se avecinaba.

          Los alienígenas solo estaban interesados en los recursos naturales. Nada tenían en contra de los humanos, pero si eran atacados, aniquilaban sin piedad cualquier resistencia. Aprendieron con rapidez a comunicarse con las personas y los sometieron en los trabajos de minería, como esclavos. Por todo el planeta se formaron grupos de resistencia que se comunicaban por radio, pues toda la infraestructura de internet había sido inutilizada.

          Las personas que respiraron el polvo estelar fueran abducidas, como ocurriera con los soldados. Nadie sabía el aspecto real de los alienígenas, solo que se manifestaban a través de los cuerpos que usurpaban. La resistencia barajó todo tipo de posibilidades en cuanto a qué podían ser vulnerables esas criaturas. Parecían ajenos al sufrimiento. Muchos fueron los intentos de acabar con ellos, lo cual resultaba extremadamente peligroso pues había que exponerse y la respuesta podía ser mortal. Realmente, el cuerpo del que se adueñaban solo era un recipiente a través del cual se manifestaban. La sangre no cumplía ninguna función, ni el corazón era necesario que latiera. Tampoco necesitaban oxígeno para respirar. ¿Cómo matar algo que ya estaba muerto? Después del episodio en que uno de ellos fuera reventado por un proyectil y a continuación el cuerpo volviera a recomponerse como si nada, resultaba desconcertante.

          Quizás la solución no pasaba por destruirlos, parecía misión imposible. Aunque los cuerpos que invadían incrementaban su fuerza, esta no era sobrehumana. Entre varias personas podían inmovilizarlos, siempre guardándose del impacto de los rayos que emanaban de sus ojos. Y esa dirección tomaron. En una acción coordinada, pudieron atrapar a uno los alienígenas. Habían ideado un casco de acero cuyo interior estaba recubierto de un material reflectante. Entre varios, lo inmovilizaron, mientras otro le cubría la cabeza. De nada servían los rayos que emitía pues se reflejaban sobré él mismo. Su sesera estallaba y se recomponía una y otra vez dentro de la cubierta de acero. Era lo único que podía hacer. Lo trasladaron a unas instalaciones subterráneas y lo introdujeron en un recipiente que contenía un líquido espeso. Era una sustancia que multiplicaba por diez el poder fijador del cemento, ideada exprofeso por los científicos para tal fin. Allí quedó sumergido e inmovilizado, con aquel artefacto en la cabeza que hacía inútil su arma.

          Una vez vieron que el alienígena no podía escapar de aquel lugar, ya solo era cuestión de tiempo que hicieran lo mismo con el resto, y se liberaran de su yugo. Pero aquello dejaba una incógnita en el aire. ¿Cuánto tardarían en aparecer nuevas naves para continuar el asedio? Sin duda, de donde procedieran, se comunicarían regularmente con la escuadrilla de exploración que había partido hacia la Tierra. Ante la falta de noticias, era de prever que enviaran más. Los humanos tendrían que idear una manera de protegerse y darles la merecida bienvenida.

 

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Published on e-Stories.org on 13.06.2021.

 
 

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