Andrés F. Torres Ortiz

Hilo rojo.

 *... Caminaba por el laberinto oscuro de mi mente, que se tornaba oscuro cuanto más caminaba si encontrar una salida ni un atisbo de una luz que diera una pequeña esperanza, miraba hacia el cielo y solo veía las paredes de las limitaciones que me había impuesto, metas que parecían imposibles de seguir, preocupaciones que pintaban el cielo de rojo, como si en cualquier momento una tormenta de tristeza y rabia fuera a descargar sus rayos de furia contra mí. En ese momento me senté donde creía que estaba el suelo, pues creía que era el infierno que merecía, pero, en el momento que estaba a punto de colapsar y gritar con voz agonizante con desesperación, vi algo en medio de tanto caos, quizás era yo queriendo ver algo más en medio del fuego que ardía desde el interior de mi ser, un diminuto destello de uno sentimientos que tiraban de mí.
Un hilo rojo apareció enrededado en mi dedo anular, no sabía lo que era y nunca me había fijado si estaba allí realmente, pero brillaba fuertemente.
Me levante como pude aunque mis piernas no respondían como yo quería, aún el peso de todos mis pensamientos me empujaban más hacia abajo. En ese momento note como el hilo empezaba dar pequeños tirones y con toda la poca fuerza de voluntad que aun residía dentro de mí, empecé a tirar de él y a gatear en la dirección hacía donde iba.
A medida que avanzaba, el entorno empezó a cambiar. Los caminos del laberinto eran menos sinuosos, más amplios, incluso el cielo que se tornaba rojo, empezaba a aclararse, dejando paso a una gran luna, que brillaba con fuerza, mientras unas cuantas estrellas a su alrededor parecían luceros que hacían compañía a aquella gran luna llena de esperanzas y sueños, las paredes del laberinto eran cada vez más pequeñas.
Llego un momento en que el hilo dejo de dar tirones, me asuste, no quería volver a atrás, no quería volver a aquel infierno de desesperación y dolor, me aferre con toda mi fuerza al hilo y deseé con todas mis fuerzas que no se fuera a romper, cerré los ojos e intente no pensar.
Aun temeroso de volver a abrirlos y encontrarme con todo de nuevo, sorprendido vi, como otra persona en frente de mí, de la misma forma que yo agarraba el hilo, estaba acurrucada agarrando con fuerza el hilo desde el otro lado, así que por eso deje de notar los tirones y notaba tenso el hilo.
Me levante extrañamente decidido a saber quién era, pues era la primera vez que veía una persona dentro de tanta oscuridad. Era una chica, era increíblemente linda y por alguna razón que no llegaba entender, verla así despertó un instinto en mí que desconocía, quería proteger a aquella persona con toda mi alma, pero... ¿Porque?. No la conocía, no sabía quién era ella y no la había visto jamás, nunca había sentido esto por nadie.
Me agache delante de ella y le puse la mano en el hombro intentando llamar su atención, dio un espasmo y me eche rápidamente para atrás sorprendido, pero ella no se movió del lugar, al contrario, se había acurrucado aún más hasta hacerse una bola y temblaba, ver aquello solo hizo que quisiera abrazarla y decirle que todo estaba bien.
Fui a ella con firmeza, esta vez la cogí por los hombros e intente que abriera los ojos. Vi como tímidamente y con miedo, abría uno de los ojos y vi todos mis miedos reflejados en ella, cuando por fin abrió los ojos, vi su total sorpresa en la cara, pero en su mirada había desconcierto más no miedo, sus ojos eran el sol que no había visto en meses y me quede paralizado en su mirada.
Me aleje un segundo de ella y levante la mano donde tenía amarrado aquel hilo rojo, ella miro mi mano y acto seguido me miro a mi. Cada vez que su mirada se cruzaba con la mía me dejaba anonadado, pero aún con todo lo sorprendido que estaba ya solo por verla, en el momento que ella levanto su mano, para enseñarme su hilo rojo, sonrió con toda su gana, en ese momento supe, que estaba delante de la persona más increíble que había conocido jamás.
Junte mi mano junto a la suya, el contacto con su mano hizo que todo nuestro entorno cambiara, el laberinto desapareció por completo, solo estábamos nosotros dos, la luna y las estrellas y mientras ella sostenía mi mano, sentía que volaba hacía un mundo lleno de cosas que no conocía, pero que por alguna razón me hacían feliz, porque de alguna manera, que no sabía explicar, en el momento que ella tomo también mi mano, sabía que jamás la iba a soltar...*
 

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Published on e-Stories.org on 01.04.2015.

 
 

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